Creo que en las dos leyes tiene que haber un código ético y para hacer dicho código tiene que haber consenso entre los partidos políticos y consenso entre el pueblo, cosa muy difícil. Para ello tenemos que apelar a la sensatez del pensamiento y al sentido común. Para lograrlo se necesita información, saber realmente en qué consiste llevar a cabo un aborto, qué efectos secundarios tiene, tanto físicos como psíquicos y sobre todo, una formación desde muy temprana edad para que no se llegue a un embarazo no deseado. Al igual que con la eutanasia, tenemos que aprender de muchos países que la muerte es parte de la vida y no verla como en occidente: un tabú. Nuestra educación y formación frente a la eutanasia tiene que empezar desde pequeños, en los colegios y, lo más difícil, en nuestros hogares. Ahora no estamos preparados para ponernos delante de ella, pero cuando nos pongamos frente al adiós, tenemos que pasar por ese trance lo más dignamente posible, sin sufrimiento para el que se va ni para los que se quedan y sufren a su vez. Sería muy negativo llevar estas leyes al radicalismo. Por eso apelo a que las leyes no se hagan en el momento en el que estamos ahora, pues la crisis en estos momentos es lo que más preocupa a los ciudadanos de a pie y a dichas leyes no le daríamos la importancia que realmente tienen. Las cosas hay que hacerlas pero bien hechas. Para que nos dé la calidad de vida y la calidad de una muerte digna que merece cualquier ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario